domingo, 28 de marzo de 2010

INCENDIO EN PALACIO



El Palacio de la Cotilla sufrió un incendio en 1920, no hubo perdidas personales ni materiales ya que la familia del duque salió sin problemas y se lograron salvar alhajas, muebles y cuadros de gran valor pero desafortunadamente quedó destruido la mayor parte del edificio.



LEYENDAS DE PALACIO

El Palacio de la Cotilla es conocido en Guadalajara como sede de las Escuelas y Talleres del Patronato Municipal de Cultura. Por aquí pasan niños, jóvenes y adultos a diferentes horas del día para cultivar su afición a la pintura, la música, los bailes regionales,…





Tiene un jardín posterior con fuente, cerrado durante años, muy cuidado y en que se ha ubicado un bar con terraza. Un hermoso lugar para tomar el fresco y la tertulia en la calurosas noches de verano.

Realmente su nombre es Palacio de los Torres, Marqueses de Villamejor, construido en el siglo XVII y remodelado a finales del XIX. Según algunos, el nombre de La Cotilla le viene porque estaba situado en un cerro (cotilla); según otros porque desde su ubicación controlaba la llegada y salida de viajeros que luego las criadas contaban en el mercado; y según el libro "Historias y Leyendas de Guadalajara" del veterano escritor alcarreñista Felipe María Olivier podemos encontrar lo siguiente:

"La otra leyenda, que tampoco llega a historia, y no presenta personajes conocidos, se sitúa en un lugar hoy vivo y que todos conocemos. En el palacio de la Cotilla, y la cuesta o callejón que sube hasta la plaza de San Esteban. Había allí, en el siglo XVI, un templo que tenía delante una fuente con muchos caños, a la que por las tardes acudían las mozas del barrio a recoger agua, llevando sus cántaros, y usando una larga caña que apoyaban en la alta boca de la fuente, para que pusiera sin derramar una gota el agua en sus cántaros. Charlaban y se contaban secretos de sus amas, de sus amores, de sus peripecias familiares.







Una preciosa joven que servía de criada en el palacio de los marqueses de Villamejor, callejón abajo, se quedó la última esa tarde, y llenó a tope dos cántaros, y un botijo, poniendo el más grande sobre su cabeza, y llevando los otros en sus manos. Al pasar por el callejón estrecho y serpeante que lleva desde San Esteban a la calle del Barrionuevo, un morisco rijoso se la echó encima, abrazándola y pidiéndola todo tipo de favores. Al resistirse ella, cayeron sus cántaros pesados rompiéndose sobre las piedras del pavimento. Del forcejeo, se le cayeron las cintas de su corpiño o cotilla, prenda que llevaban, muy ajustada y apretada sobre el abdomen las mujeres castellanas, para parecer más delgadas. Y corriendo, y medio desnuda, llegó al palacio donde se resguardó y la acogieron.

Desde entonces, a esa callejón (que ahora se llama calle de San Esteban) la voz popular denominó de Abrazamozas, y al palacio marquesal, por aquello de que al día siguiente se encontró a su puerta una cotilla destrozada, le llamaron de La Cotilla, hasta hoy.

Una leyenda, un sueño, una broma que adereza la médula de Guadalajara, en la que, tras tantos siglos de vida, tras tantos cambios de buenos a malos tiempos, y viceversa, finalmente queda una esencia que no se puede perder: la de esos nombres sonoros que vitalizaron sus calles y plazas (Alvar Fáñez, el Alamín, el Callejón de Abrazamozas, el palacio de la Cotilla) y hoy tratamos de encontrarles un significado, de volverles esa inocencia que no debieron perder".

EL PALACIO DE LA COTILLA

El palacio se construyó a finales del siglo XVII, y en su fachada lucen muros nobles en los que se combina el ladrillo con el aparejo de piedra caliza. Sobre el portalón de estilo barroco vemos el escudo de armas de los Torres, marqueses de Villamejor, a los cuales perteneció, entre otros nobles, el historiador de la ciudad y regidor perpetuo de su Ayuntamiento, don Francisco de Torres. A esta familia se ligó luego el marquesado de Villamejor, y a finales del siglo XIX pertenecía a doña Ana de Torres Córdoba y Sotomayor, que casó con Don Ignacio de Figueroa y Mendieta, capitán de Ingenieros y alcalde de Guadalajara en 1828. Fue senador por Guadalajara y murió en 1899. Entre otros hijos, este matrimonio tuvo a don Alvaro de Figueroa y Torres, político destacado del Régimen parlamentario del primer tercio del siglo XX, a quien le fue concedido el título de Conde de Romanones. El palacio de Guadalajara, que iba ligado al título de Villamejor, pasó a la muerte de doña Ana, en 1905, a su hijo Gonzalo, vizconde de Irueste y titular entre otros del marquesado de Villamejor. Le heredó su hija Marta Figueroa O’Neil, quien al morir en 1968 en estado de soltera se lo pasó a su sobrino Jaime Figueroa Castro, y poco después, y por evidente abandono del edificio y falta de pago de los impuestos municipales, el Ayuntamiento se lo expropió en 1972 a la familia Figueroa por un precio de tres millones y medio de pesetas, quedando destinado a lugar de enseñanza y cultura, que es lo que ahora tiene por cometido.

Sería en la segunda mitad del siglo XIX que fue decorada la gran sala noble del edificio con este papel chino que ahora vamos a admirar restaurado. Lo que primitivamente fueron dos habitaciones, se transformaron en una sola, muy grande, para albergar esta composición pictórica. Es curioso observar cómo en el extremo de la sala contrario a la entrada, aparecen dos columnas sosteniendo un amplio arquitrabe que forma una especie de recinto abierto, pero recogido, propio para centrar la atención del ocupante de la sala. Se ha especulado sobre la posibilidad de que este lugar se utilizara en su día como recinto de ceremonias masónicas.

El Salón Chino se cubre, y esto es lo esencial ahora, de una gran superficie de papel de pasta de arroz pintado a mano, y sin duda alguna en el Extremo Oriente, en la propia China. El salón tiene una superficie de unos 60 metros cuadrados, y la altura de sus muros alcanza los 4,2 metros. Las pinturas se extienden en tiras verticales de unos 50 cms. de ancho. La pintura original fue hecha con técnicas de gouache y acuarela.





Lo que se representa en estos muros es la vida entera de un pueblo chino. Aunque la primera impresión que lleva el espectador es la de un "revolutum" de personajes y escenas (se han contado 380 figuras humanas en él) enseguida se aprecia la estructura del complejo y la evidencia de edificios y personas ocupándolos, así como calles y plazas entre unos y otros, lo que compone un amplísimo espacio urbano. En cada uno de los edificios, decenas de personas se entretienen en actividades: se ve un Colegio lleno de niños en donde el maestro les enseña a leer los caracteres chinos en grandes desplegables. Se ve el palacio del jefe político del poblado, se ve un lugar de juegos y entretenimiento, una tienda, y una especie de bar, donde muchos habitantes del lugar realizan todo tipo de actividades. Hay soldados, unos a pie y otros a caballo, hay mujeres lavando, niños jugando y ancianos dando consejos.... es todo un complejo y hermoso mundo rural chino que aquí está descrito minuciosamente, y sirve para adornar y maravillar a quien los visita.

La costumbre de decorar salones con este tipo de decoración oriental se puso de moda en el siglo XIX, a través de los grandes comerciantes ingleses que con su compañía de Indias iniciaron el intercambio entre Oriente y Occidente. En Inglaterra aparecieron incluso artistas insulares que produjeron muchas decoraciones para casas y palacios ingleses. Pero es muy evidente que el papel que decora el salón noble del Palacio de la Cotilla está hecho realmente y originariamente en China. Los restauradores de esta pieza hicieron previamente a ella un minucioso análisis encontrando que esta decoración estaba pegada sobre otras dos capas de papel, y que cuando se había desprendido la decoración original, se había vuelto a pegar en varias ocasiones.

En la primera planta del "Palacio de la Cotilla", se encuentra hoy magníficamente restaurado el Salón Chino, un enorme salón burgués que fue decorado en el siglo XIX con papel de arroz por pintores chinos. Una sorpresa de las que dejan huella.

sábado, 27 de marzo de 2010

SAN BLAS 2010, ALBALATE DE ZORITA


Albalate de Zorita es un municipio español de la provincia de Guadalajara situado en la falda oeste de la sierra de Altomira.

Monumentos y lugares de interés
Albalate de Zorita tiene una iglesia parroquial con una fachada de estilo gótico del siglo XVI. En el interior hay un retablo barroco con pintura que representa el martirio de San Andrés. En otra capilla se encuentra la Cruz del Perro, pieza románica del siglo XIII, que en 1514 fue descubierta por un perro debajo de unas peñas.

El cementerio, declarado monumento nacional, está situado a las afueras del pueblo y ocupa lo que todavía queda de un antiguo convento templario.

Además, existe una fuente de origen renacentista, llamada Fuente de los Trece Caños, situada junto a la carretera, que destaca por su antigüedad como por su complicado sistema de recogida subterránea.

Folclore y costumbres
La fiesta de San Blas, en febrero, en la cual se bailan, durante la procesión y delante del santo, seis botargas, acompañada por tambores y castañuelas. Ligada a la celebración se encuentra la tradición de repartir una especie de panes denominados "caridades" el día de antes. Estos, según la creencia popular, tienen la facultad de curar los problemas de garganta. Al día siguiente se realiza la Rifa de San Blasillo, donde se subastan objetos donados. Pero es la fiesta en honor a la Santa Cruz, la fiesta grande de la localidad realizada en septiembre, donde más actos se celebran (encierros, desfile de carrozas y los acostumbrados ritos litúrgicos).


La botarga de Valdenuño-Fernández 2010




Esta tradición se remonta hasta el año 1721, según aparece en algunos documentos escritos. Las discrepancias con el párroco son más recientes, pero amenazan con convertirse en tradición.
Como manda el calendario año tras año, el primer domingo después de Reyes la botarga salió a recorrer las calles de Valdenuño-Fernández, en la fiesta conocida como del Santo Niño Perdido. Aunque la misa comenzó más de medio hora tarde por las desavenencias con el párroco, el numeroso público pudo disfrutar de los danzantes y la botarga.










De esta forma, se sigue manteniendo viva una de las tradiciones más antiguas y arraigadas de la provincia de Guadalajara, la cual durante los últimos años está creciendo a nivel mediático y todava no tiene techo, ya que años anteriores han sido muchas las voces que han reconocido la singularidad, originalidad y trascendencia de "La Botarga" de Valdenuño tal como se vive en la localidad, como única en la provinica de Guadalajara por aunar Botarga y danzantes en el mismo ritual guerrero, el cual por su espectacularidad en el entrechocado de los palos recuerda a los antiguos rituales guerreros con espadas relatados en los Autos Sacramentales de la Edad Media como es el caso de la Representación de los Reyes Magos o ya en la actualidad, el paloteo de Valdenuño Fernández presenta similitudes por su danza y polémica suscitada con el realizado en la Catedral de Sevilla por los jóvenes del "Coro de los Seises" en el interior de la catedral hispalense, el cual se considera el padre de las representaciones paganas en lugares religiosos.

LA LOTERÍA NACIONAL EN GUADALAJARA

El sorteo de la Lotería Nacional se celebró el sábado 19 de julio de 2008 en el Teatro Auditorio Buero Vallejo. Se rindió homenaje con él a Leonardo Torres Quevedo y a la ciudad de Guadalajara como cuna de la Aerostación Española. El acto se cerró con la actuación del Grupo de Bailes Regionales "Palacio de la Cotilla".





Con cuerpo de jota...

¿Quién no ha usado alguna vez ésta expresión? Pero nadie realmente lo ha sentido de verdad en sus carnes... ¿Nadie? Yo creo que lo he sentido, he sentido la jota clavada en mi espalda, en mis piernas, en mis brazos, en partes que nunca había sentido dolor; la he sentido estoy segura, porque la jota, la JOTA hay que sentirla, hay que vivirla, te hace estar vivo.

Cuerpo de jota: Expresión de uso común dicha para indicar que el organismo se encuentra en mal estado general por causas ajenas a su normal funcionamiento: enfermedad, insomnio, trabajo, etc.

Por ello, estoy segura de que no sólo la he sentido en mi espalda tras los largos viajes, ni en mis piernas por los escenarios, ni en mis brazos por las horas de ensayo; la he sentido en mi alma, sí en el alma, clavada en el alma, clavada tras el último acorde del baile; clavada por los aplausos; clavada cuando sales del escenario, y te miran, y miras, y se clava aún más si cabe porque te sonríen y sonríes y por fin respiras y con ese respiro de satisfacción, de trabajo bien hecho, sientes el alma henchida, rebosante de felicidad. Y una vez que está ahí amigo, aferrada a tu piel, a tu alma, a tu historia, no te la quita nadie.