A los danzantes les acompaña el botarga y el aspirante a botarga, que salen el último día de las fiestas, momento en que el aspirante tomaba el relevo y promete cumplir sus deberes al año siguiente. Durante la misa, el botarga está pendiente para que nadie se duerma o se distraiga después de la noche de fiesta. Si lo hace “comerá sopas”, una especie de papilla hecha con salvado que lleva en un cuerno de vaca colgado de la cintura y con la que restriega al distraído, mientras el otro, con la cachiporra en la mano permanece vigilante. Las misiones de estos botargas son perseguir a los niños, pedir limosnas para la iglesia y la Hermandad y asistir a todos los actos religiosos.
Hasta el siglo XVIII esta fiesta se celebraba el tercer domingo de enero, festividad del Santo Niño, pero a mediados de dicho siglo se comenzó a celebrar el primer domingo de septiembre. La dedicación de los vecinos a la trashumancia originó el cambio, puesto que éstos marchaban con sus rebaños a pasar el invierno en tierras extremeñas, quedando el pueblo sin hombres que pudieran protagonizar la fiesta.
El repertorio es variado y cada danza tiene una característica especial. Unas danzas, se denominan de palo abierto, otras de palo cerrado, y otras como las espadas, las fajas, el cordón y las castañuelas, que no tienen letra (o no ha llegado hasta nosotros), quizás signifiquen conmemoraciones o hechos guerreros indeterminados.
En la plaza, los danzantes dedicaban al Santo Niño, una loa y unas comedias (un auto sacramental llamado el pueblo cristiano), hasta hace años.
El número de danzas, es de doce. Unas con letra, que es recitada calladamente por los danzantes a medida que se baila y que ayuda al baile. Otras son sin letra. Y son: el saludo, pena negrito, domingo me enamoré, una dama con chinchilla, ramales afuera, Antón Molinero, Marizápalos, al milano se nos da, las espadas, las fajas, el cordón y las castañuelas.
A través del tiempo, se ha perdido otra danza que completaba el repertorio.
Las espadas, es una danza espectacular, de rito guerrero, con aroma de romance y de leyenda. Los danzantes, con sus espadas y escudos, bailan con movimientos rítmicos y señoriales, trazando giros y juegos simbólicos, con reminiscencias de danzas paganas.
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