Como cada vez que se acerca el 24 de Febrero, al tiempo que se alejan los hielos se aproximan de nuevo los tratantes a Tendilla a celebrar la primera feria del año, la primera oportunidad de realizar ventas. Esta Feria de Mercaderías de San Matías tiene su origen en los inicios del siglo XV tal y como se afirma en 1484 cuando los Reyes Católicos confirmaron su caracter de "ferias francas" (las transacciones mercantiles no pagaban impuestos a la Real Hacienda).
El apogeo de la Feria (y de Tendilla) se produjo en el siglo XVI. Venían paños de Castilla y Aragón, mercaderes portugueses y de Flandes, se ponían tiendas de joyería y platería, se podía comprar miel, cera y pescados en conserva de todas clases y, por supuesto, ganado. Los Marqueses de Mondéjar, a la vez Condes de Tendilla y por entonces Alcaides de La Alhambra, ganaban en 1580 unos 1200000 maravedies durante la feria sólo con un impuesto del 3% de alcábala. En esa época un maravedí equivalía a dos pesetas de 1972. La Feria llegó a durar 30 días y Tendilla a tener unos 2800 habitantes.
Pero el despoblamiento, malas cosechas, heladas, epidemias (comunes a la España de la época) junto a las riadas en el estrecho valle de Tendilla y las guerras (Tendilla fue saqueada en 1710 por las tropas inglesas que apoyaban al Archiduque Carlos) convirtieron una feria de importancia internacional en una de apenas interes provincial. En el Censo de Ensenada (1750) Tendilla tenía unos 700 habitantes y la feria dejaba al Marqués (entonces residente en Mondéjar o en la Corte y sin apenas propiedades en Tendilla) unos 1544 reales de vellón sólamente, siendo un real equivalente a 34 maravedies.
Entonces como en este siglo las casas de Tendilla albergaban a los feriantes y a sus puestos. Mediante un acuerdo cun el propietario, que se prolongaba un año tras otro, los tratantes colocaban sus puestos en la parte soportalada (Tendilla tiene en la actualidad dos kilómetros de soportales) que les preservaba de la lluvia o de las más que probables nevadas. Los puestos fuera del soportal pagaban menos que los cubiertos. Alojamiento y comida para tanto mercader y visitante dejaban abundantes amistades y ganancias a los vecinos. Muchas casas tenían en la parte baja grandes cuadras para alojar el ganado en ferias.
En el siglo XIX era todavía la principal feria del partido de Pastrana, duraba tres días y era muy concurrida. Se vendían monturas de animales, aperos de labranza, sombreros, botijos, navajas, hierro viejo, guitarras, miel, dulces, queso, productos de la matanza y se hacían bailes, rifas y subastas. Pero las estrellas de la feria y a las que debía su fama eran las mulas que se vendían a la salida del pueblo en su parte oriental camino hacia Sacedón. Con las mulas venían los "muleteros" y gitanos (a hacer tratos en su nombre o en nombre de otros, recibiendo por ello una comisión). Conocidos hace algunos años eran la familia "Badanas", los "Gamos", los "Mingarras", los "Manguitos", los del "Tio Pepe", los "Garrotes", el "Tío Caín" y los "Lucas".
La población de Tendilla (casi mil habitantes al inicio del siglo XX) llegaba a multiplicarse por ocho en estos días. Algunos vecinos vivían todo el año con lo que ganaban en la feria y lo poco que les producía la agricultura y los animales de corral. Julio Caro Baroja menciona "las Ferias no son ya ni sombra de lo que fueron" cuando describe Tendilla hacia 1948 en "Los Baroja", pues el final se iba acercando. La feria desaparecería al generalizarse el uso de los tractores. Solo cuatro puestos se pusieron en la plaza en 1969-70. Pero nunca fue olvidada.
La Feria ha dejado sus huellas en el cancionero popular, no solo con la conocida y malintencionada copla que empieza con "No compres mula en Tendilla/ni en Brihuega compres paño...", sino con otras como:
"Mula de Tendilla,
amistad de Alcocer
y mujer de Hita,
no me la des."
O como las cantadas por tratantes o muleteros como:
"Camino de Tendilla
va una tendera,
unos van a Tendilla
y yo a tendella."
"Parece tu corazón
la posada de Tendilla,
que cuando llega la feria
esta llena de mulilla."
En el recuerdo de algunos entonces niños quedan los puestos de golosinas inalcanzables (almendras garrapiñadas, martillos de caramelo) y el olor que por todo el pueblo esparcían las magdalenas y bollos recien hechos que las mujeres traían de los hornos en un cesto tapados con un paño. Con masa de rosquilla se hacían los "sombreros", con la forma del tricornio de la Guardia Civil, los cuales se vendían mucho. Típicas de Tendilla son también las "rosquillas rellenas de aire".
Los chavales sacaban unas perras vendiendo varas para arrear que cortaban de los árboles a cinco centimos de los años treinta, así como proporcionando a los feriantes una estupenda agua mineral a cinco centimos el trago la cual cojían en un botijo en la Fuente Vieja. Por cierto que el agua de esta fuente se la llegó a hacer enviar en vasijas el Gran Cardenal Mendoza en el Siglo XV. Algunos por no pagar el trago le decían al chico que tenían una peseta y que si tenía cambio, y si no lo tenía el pobre se quedaba sin cobrar. O le vaciaban medio botijo se una sentada. Otras veces el chaval por falta de tiempo o de ganas cojía el agua en el río, entre los peces y los cangrejos que podían llegar a picar. Obviamente no había agua en las casas y la cuadra servía de WC con el riesgo de recibir un picotazo de las gallinas mientras se estaba en cuclillas.
Venía a mediados de los años treinta un vendedor de Mazuecos con una borrica tirando de un carro con un horno con tejadillo en forma de casa. Por cuidar de la borrica daba a un chico cincuenta céntimos al día mientras él pregonaba y vendía "chuletas de la huerta", o sea patatas asadas, a diez céntimos. Con el frío reinante las calientes patatas sentaban muy bien.
Durante la feria se consumían muchas aceitunas. Los olivos de Tendilla son pequeños comparados con los de Jaen y la aceituna puede cojerse con la mano sin varear. Se cosechaban las aceitunas negras en noviembre, se sajaban y se ponían en agua (entonces sin cloro) que se cambiaba un día si y otro no hasta que no estuvieran amargas, probándolas cada semana. Cuando "estaban dulces" se preparaba el aliño poniendo en una olla ajedrea (algunos usaban tomillo), hinojo, unas hojas de laurel, la trenza de una ristra de ajos, sal y cascara de naranja, y se ponía a hervir media hora. Se dejaba enfriar este "caldo" y se echaban en él las aceitunas (coladas, sin el agua original en dónde
estuvieron, claro). Luego dejan unos días en cacharros de barro y, si tienen el gusto, se pueden consumir poco a poco removiendolas en el cacharro con un cucharón de madera. Si se desea dejar mucho tiempo la aceituna, hay que colar el "caldo" pues el hinojo, laurel, etc se pudren.
Esta es la antaño famosa "aceituna aliñada al estilo de Tendilla" que los feriantes compraban y se llevaban a sus pueblos tras la feria. La aceituna verde se aliñaba sólo con sal y agua.
Por iniciativa de los comerciantes y el Ayuntamiento de Tendilla se esta recuperando desde 1994 la celebración de la Feria en el último fin de semana de febrero, con muy favorable acogida de público, ganaderos y comerciantes.
José Luis García de Paz
Nueva Alcarria 26 de Febrero 1999
Más enlaces con la historia y fotos de Tendilla:
http://www.aache.com/na/na990226.htm
http://www.alcarria.com/2002/02/27/inicio-y-desarrollo-de-la-feria-de-tendilla/
http://www.uam.es/personal_pdi/ciencias/depaz/mendoza/tendferi.htm
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario