Navegando, navegando nos encontramos con artículos curiosos como éste. Valentín es el director musical del "Grupo de bailes regionales Palacio de la Cotilla" y profesor de pulso y púa, tambor y dulzaina en las escuelas, asignaturas estas dos últimas incorporadas a la escuela hace cuatro años y que ya cuentan con numeroso alumnos de todo tipo y edades, de ello pudimos ser testigos el pasado 24 de Marzo en la audición realizada en el Salón Chino del Palacio de la Cotilla.
Mucho más que enseñar música tradicional
Por Eduardo Rodrigo (Guadalajara2000)
26/03/2010
Valentín Pérez Pezuela, en la imagen, es el profesor de la Escuela de Dulzaina y Tambor desde su creación hace ya cuatro años.
Fraguada al calor del Patronato de Cultura del Ayuntamiento, la Escuela de Dulzaina y Tambor, una más de las Escuelas Municipales del Palacio de la Cotilla, es otro exponente del interés por la música tradicional. El miércoles, el grupo realizó una audición como demostración de sus avances. Aunque el mayor logro, en el que alumnos y profesores ponen mayor empeño, es el de “recuperar temas olvidados”. Temas del folklore provincial rescatados por esta Escuela.
Danza, bailes regionales, flamenco, pintura, esmalte, cerámica, textil, guitarra... Y dulzaina y tambor. La oferta cultural de las Escuelas Municipales del Palacio de la Cotilla –impulsadas por el Patronato de Cultura del Ayuntamiento. Abarca disciplinas tan diversas como atractivas. En estas escuelas se trata de enseñar, pero también hay retos mayores. Como la pervivencia de cierto folklore provincial. La Escuela de Dulzaina y Tambor se encarga, por ejemplo, de que la música tradicional de toda Guadalajara no se pierda.
Aunque existen otros referentes, como la Escuela de Dulzaina dependiente de la Escuela de Folklore de la Diputación, el grupo del Palacio de la Cotilla mantiene con firmeza su objetivo: ofrecer “enseñanza de calidad”. Quien habla es Valentín Pérez Pezuela, profesor de la Escuela de Dulzaina y Tambor desde su creación. “La Escuela se creó hace cuatro años, debido a la demanda que había por parte de los alumnos, y también como consecuencia del grupo de Bailes Regionales, también de estas Escuelas Municipales, que necesita este tipo de música. Por esas dos cuestiones, el Patronato de Cultura hizo lo posible por crear esta Escuela”, razona Pérez. Ahora, esos cuatro años han servido para formar a un buen número de alumnos, interesados bien en tambor, bien en dulzaina, o en ambas disciplinas. Los lunes es el día en que se imparte tambor (de 19 a 22:00 horas, en el propio Palacio de la Cotilla). “Los alumnos están divididos en tres grupos de cuatro o cinco personas, con clases de una hora cada grupo”, explica el profesor, que añade: “Más personas no es bueno que haya... Al ser instrumentos de gran sonoridad no se puede aglutinar a mucha gente porque el alumno se perdería, no es lo mismo que si fuera un piano o un violín, que suenan menos”. El mismo patrón se repite con el grupo de dulzaina. En este caso, las clases se imparten los miércoles, con grupos limitados a cinco personas. Además, una vez al mes se realiza una clase colectiva de dulzaina y percusión.
Casi sin ningún límite
En lo que también coinciden ambos grupos es que no cuentan con límite de edad, aunque hay algunas recomendaciones. En la escuela de tambor se suele entrar a los 7 años, mientras que en la de dulzaina esa edad se retrasa: “La edad buena sería a partir de los 12 ó 13 años, porque la capacidad pulmonar va creciendo”. Por lo demás, no habría más límites, “aunque cuanto más lo dejes, menos facultades tienes”, advierte Pérez. Con todo, “tenemos incluso a personas jubiladas”, apunta.
Edad al margen, para entrar a formar parte de cualquiera de estos grupos apenas hay que cubrir unos requisitos mínimos. Basta con abonar la matrícula (12 euros) y el pago trimestral (29 euros) para dejarse seducir por estos instrumentos tan sugerentes. Es más, en el caso de la iniciación ni tan siquiera hace falta disponer de instrumento propio: los aporta la propia Escuela. Y es que para acudir a la Escuela de Dulzaina y Tambor no es preciso contar con conocimientos previos. “Enseñamos desde un nivel cero, tanto instrumento como solfeo”, asegura Pérez. Algo en lo que hace hincapié el profesor: “Aquí también damos solfeo porque se tiene que tener conocimiento de él, no sirve aprender de oído porque el oído se pierde. Partimos de cero, tanto de nivel musical de solfeo como de instrumentos”, reincide. Los avances, incluso en esos alumnos que parten sin conocimiento musical alguno, no se hacen esperar. Así, en la audición que ofrecieron este mismo miércoles, personas que habían empezado el curso este año ya interpretaron su propio tema. La audición constó de dos temas a cargo de cada uno de los grupos de nivel diferente y de música de dulzaina interpretada a dúos.
Piezas de la cultura tradicional
Esa audición, junto con el resto de actuaciones de la Escuela –“estamos abiertos a todos los actos culturales de la provincia”, señala Pérez–, se compone de un repertorio donde el principal ingrediente es la “música tradicional de la provincia”. “Son piezas de la cultura tradicional de Guadalajara, como pueden ser paloteos, danzas...”, comenta Pérez. Y añade: “Pero también estamos abiertos a todo tipo de música; hacemos temas de bailes, con pasodobles, valses, polkas...”. Con todo, lo “más importante”, según el profesor, es “recuperar temas de la provincia, porque son temas que podrían perderse”. Unos temas que se recuperan, grabadora en mano, con mucha voluntad: “Vamos con una grabadora a pueblos y preguntamos a los ancianos para que nos digan las melodías que se tocaban en su pueblo. Muchos alumnos se implican en esto, y lo hacen de manera altruista”, recalca Pérez. Un Pérez que no duda en el futuro de unos instrumentos que seguirán sonando: “El futuro es bueno, aunque no es como antes... Hace 15 años hubo un ‘boom’ de la dulzaina”. Con todo, “ahora, funcionando activamente en Guadalajara capital y provincia, hay cinco o seis grupos. La pasión por la dulzaina goza de buena salud”. Lo dice uno de esos ‘apasionados’. Porque Pérez, formado en guitarra clásica en el Conservatorio de Guadalajara, sigue volcándose en esta música tradicional. Por las mañanas trabaja en la empresa privada y por las tardes en las Escuelas como profesor: “Yo estoy encantado porque es realmente lo que me gusta”. Y tanto: pertenece, junto a su padre, a los Gaiteros de Mirasierra –“me inicié en la música tradicional por mi padre”, explica–, pero también al grupo Cantiga Folk y colabora con los Danzantes de Galve de Sorbe. Todo para seguir enseñando y para que la música popular siga sonando, porque eso implicará que no se ha perdido.
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